La Oscuridad Detras de los Parpados

0



Alan se miro al espejo; en su demacrada expresión estaba reflejada toda la tristeza que sentía en ese momento. Hacía poco mas de un mes que había roto con Karla, la que el consideraba el amor de su vida. Había pasado de un día para otro y sin más explicación; fue terrible para él. Pensó que nada podría sentirse peor hasta este día, había ido a buscarla nuevamente y encontró su departamento vacio. Ella se había ido, había desaparecido sin dar una explicación. Sentía que no le quedaba nada, era como si tuviera dentro el mismo vacio que reinaba en el departamento de ella.

Con marcada desgana Alan se examino el rostro, estiro su piel intentado borrar aquellas profundas líneas de tristeza que lo enmarcaban, fue imposible. Harto se dirigió a su cuarto, solo quería dormir, solo en el abrazo de Morfeo encontraba el dulce nepente del olvido que tanto ansiaba.

El sueño llego pronto cobijándolo con su bendita manta de oscuridad donde el se perdió. De súbito un intenso golpeteo en el cuarto contiguo lo obligo a volver a su indeseable realidad. Fastidiado abrió los ojos y presto atención al ruido; el golpeteo sordo se repetía a intervalos irregulares impidiéndole volver a conciliar el sueño – Debe ser Gerardo y otro de sus ataques de insomnio – Pensó enrollándose en las sabanas y poniendo su cabeza bajo la almohada en un vano intento de amortiguar el sonido. Fue entonces que un penetrante olor llego a su nariz, era como si estuvieran quemando comida podrida; el asco casi lo obligo a levantarse, quería ir a hablar con su compañero de departamento, le exigiría que apagara su maldito incienso y que dejara de golpear la pared. Pero se sentía tan cansado y el sueño lo invitaba una vez mas a hundirse en el con su promesa de dulce olvido. Decidió rendirse, se envolvió con las sabanas como mejor pudo e ignorando el ruido se perdió en un sueño ligero e intranquilo.

La luz del día lo despertó, confundido consulto su reloj, era muy tarde y debía ir a trabajar; aun con la tristeza a cuestas no se podía dar el lujo de dejarlo todo, tenia responsabilidades. Cuando estaba por salir recordó el incidente de la noche anterior, debía hablar con Gerardo pero el tiempo apremiaba, tarde o temprano lo iba a encontrar y tendría la oportunidad de hablar con el.

La semana paso lenta y monótona y noche tras noche se repetía lo mismo: aquel sordo golpeteo y aquel pútrido olor. Alan empezó a notar que aquel aroma se le estaba impregnando en la ropa y en la piel; debía hacer algo pero por una u otra razón siempre se despertaba muy tarde como para hablar con Gerardo y por las noches no quería hacer otra cosa que dormir; el problema parecía no tener solución, hasta que un día, el golpeteo ceso. Alan no lo noto si no hasta la mañana, de hecho había logrado despertar bastante temprano, así que se dirigió al cuarto de Gerardo para hablar con el.

Llamo a la puerta, pero no hubo respuesta, extrañado decidió entrar solo para descubrir el cuarto vacio, sin muebles ni señal de vida. Gerardo también se había ido; lo único que dejo fue una maltrecha caja llena de cosas sin importancia: fotos, incienso, sus pastillas para dormir. Alan sintió su estomago revolverse -¿Qué estaba pasando?- Por un largo rato se quedo inmóvil, sin saber que hacer o como reaccionar; la alarma de su reloj lo saco de su estupefacción debía ir a trabajar. Moviéndose como autómata dejo la caja en el suelo y salió, no sin antes notar una extraña mancha en el closet, era negruzca y al parecer era de ahí de donde se desprendía el fétido olor, debía limpiarla pero el tiempo corría así que decidió irse a trabajar.

Alan regreso tarde del trabajo, en su departamento la peste había incrementado, quería limpiar aquella asquerosa mancha, pero el solo hecho de contemplar aquel cuarto vacio lo disuadió de hacerlo, prefirió irse a la cama; sin embargo el fétido olor le impidió dormir, paso la mayor parte de la noche dando vueltas en la cama. Finalmente cerca de las 3 de la mañana se tendió boca arriba en un vano intento por relajarse y conciliar el sueño. Su mente cansada parecía jugar con el; pues los bultos del tirol del techo parecían moverse lentamente asemejándose cada vez mas a la mancha del closet de Gerardo.

Extrañado, Alan ladeo la cabeza buscando la forma de la mancha, pronto se dio cuenta de que asemejaba un rostro de grotescos e hinchados rasgos. Impasible Alan se dejo llevar por la visión y noto como los labios de aquel rostro se movían, gesticulaban enfurecidos gritando sin voz – Me estoy volviendo loco – se dijo para luego cerrar los ojos sin poder evitar el escalofrío que le invadía el cuerpo.

Tras horas de insomne agonía el día llego. Alan sintió la luz aguijonearle los ojos, no tenia deseo alguno de levantarse pero debía hacerlo tenía que trabajar, tenía que seguir adelante. Con el desgano metido en el cuerpo y los ojos hinchados, se alisto para salir y antes de dejar el departamento abrió todas las ventanas tenía que deshacerse de ese olor.

Por la noche una tormenta se desato así que cuando Alan llego a su departamento lo encontró encharcado, aunque la peste casi había desaparecido. Sin ánimos de limpiar y esperando poder conciliar el sueño se dirigió a su cuarto e intento dormir. Las horas pasaron y la lluvia no se detuvo, Alan se revolvía en la cama nuevamente sin poder dormir. Hastiado intento levantarse y encender el televisor el cual gracias a la tormenta no mostraba más que estática. Ya más desesperado intento con el radio pero cuando parecía haber encontrado una estación un relámpago golpeo un transformador cercano hundiendo el departamento en la más profunda oscuridad.

Alan estaba al borde del colapso. Fastidiado se tiro en la cama intentando dormir pero le fue imposible, cada vez que empezaba a conciliar el sueño, la oscuridad arremetía contra el, lo envolvía en su frio abrazo, era como caer en la negrura que yacía bajo sus parpados y en esa oscuridad había un ente tan terrible que su sola presencia bastaba para mandar a Alan de nuevo a la vigilia.

Aun con el miedo corriéndole en las venas, Alan abrió los ojos dejándolos vagar por el cuarto y habituarse lentamente a la oscuridad. Su mirada paseo por los muebles y las paredes llegando finalmente al techo. Temeroso dirigió sus ojos al lugar donde la noche anterior el rostro había estado… Seguía ahí, como si fuera parte del techo, y esta vez parecía más tangible, más real, más familiar.

Un súbito rechinido lleno el cuarto obligando a Alan a bajar la mirada. La puerta de la habitación comenzó a abrirse lentamente rechinando cada vez mas y por la estrecha abertura una figura oscura comenzó a entrar. Horrorizado noto que el rostro del techo lo miraba con obscena curiosidad ahora desde la puerta. 

Sin meditarlo un segundo Alan se levanto de la cama en dirección a la puerta. El rostro desapareció por la rendija con una agilidad que se antojaba antinatural, apenas había alcanzado el pomo de la puerta cuando la grotesca figura ya había desaparecido, tras abrir la puerta, la fría penumbra que entraba por las ventanas le permitió distinguir una extraña figura que se movía tortuosamente hacia la puerta. Alan siguió en su alocada persecución cuando un hecho lo golpeo: -La puerta estaba cerrada, ¿cómo es posible que alguien haya entrado?- Este pensamiento lo hizo detenerse. Ahora, temeroso, avanzo dudoso hasta la puerta y con sumo cuidado acercó su ojo a la mirilla; en el pasillo las sombras se agitaban y movían como si estuvieran vivas. La oscuridad se arremolino en sí misma, juntándose, tomando forma. El pasillo se lleno de una pavorosa claridad mientras el cumulo de sombras tomaba forma humana. A esa criatura de sombras le pertenecía el grotesco rostro que lo espiaba, lo que era más, Alan conocía ese rostro, debajo de la hinchazón había alguien que le era conocido, bajo esa grotesca mueca estaba la verdad que no lo dejaba dormir.

Una súbita cacofonía devolvió a Alan a la realidad; estática, ruidos estridentes, voces. Alan se encontró sorpresivamente en su cama, los ruidos provenían de la televisión y el radio que había dejado encendidos antes de la falla eléctrica; El desperfecto debió haber sido reparado y con la luz funcionando los aparatos se habían encendido solos Alan se levanto aun temblando por la pesadilla. Mientras apagaba los aparatos intento tranquilizarse, los primeros rayos de la mañana entraron por la ventana desvaneciendo los miedos nocturnos; Alan estaba a punto de echarse a reír cuando una mancha en la alfombra lo dejo helado, no era una simple mancha, era una huella, varias de hecho que cruzaban la sala desde el cuarto en dirección a la entrada del departamento. Temeroso, Alan se dirigió a la puerta ahí contemplo horrorizado como la oscuridad que había visto la noche anterior se había aglomerado, cubriendo la puerta de aquella asquerosa, fría y viscosa substancia negra, no había sido un sueño, ahora Alan estaba atrapado y lo que era peor, aquella oscuridad se retorcía y crecía absorbiendo todo a su paso. 

Alan miro incrédulo aquella monstruosidad, no era posible que esto ocurriera, era algo de locos -¿acaso seguía dormido? ¿Había perdido la razón?-.

A partir de ese momento todo se volvió un caos. Incapaz de dormir o de salir de su departamento Alan perdió la noción del tiempo, era como si los días y noches se encimaran unos sobre otros en un gran cumulo de tiempo congelado. Eso sin mencionar que aquella oscura presencia seguía acechándolo. El rostro lo seguía a todos lados, manifestándose en cualquier lugar donde hubiera sombras. La oscuridad seguía esparciéndose como una infección sobre todo el departamento, estaba en todos lados, incluso en sus parpados; Cada vez que Alan cerraba los ojos aquella negrura trataba de devorarlo, temía dormirse y no volver a despertar. 

Alan no sabía que hacer, no tenía idea de cómo escapar de ese departamento, tenía miedo de que todo lo que estuviera pasando no fuera solo una ilusión, así que cuando su celular comenzó a sonar se sintió agradecido, pero el arrepentimiento le llego de inmediato cuando oyó los terribles gemidos y gritos que salían del auricular. Atemorizado lanzo el aparato que se hundió en la oscuridad donde continuo sonando para su desesperación.

La peste de la cual Alan había intentado deshacerse no solo no se había ido si no que había incrementado exponencialmente al igual que la oscuridad que ahora había empezado a infectar su piel; manchas negruzcas aparecían por todos lados; no dolían pero era como si ese trozo de piel estuviera muerto. Poco a poco Alan se dio cuenta que la verdad y el escape que buscaba se encontraba en esa misma oscuridad, en la oscuridad de sus sueños, si quería salir de ahí tenia dormir, pero no sabía si tendría el valor para hacerlo, lo que si sabía es que tenia las pastillas para dormir de Gerardo, debía tomar la decisión y debía hacerlo rápido. Tomo el frasco de pastillas y se encerró en el closet de Gerardo, el único lugar de la casa que aun no había sido consumido completamente por la oscuridad.

Finalmente y tras considerarlo durante lo que pareció una eternidad Alan tomo el frasco de pastillas y lo vacio en su boca, no paso mucho tiempo para darse cuenta de que había cometido un terrible error. Su cuerpo, exhausto por los días de insomnio comenzó a rendirse ante el narcótico, pero su mente, aterrorizada por la verdad se había mantenido despierta, podía ver y sentir todo su alrededor, empezaba a perder movilidad y estaba terriblemente consiente de todo. 

Primero vio como la oscuridad terminaba de consumir las paredes del closet, entonces noto como de la repisa de arriba goteaba una sustancia negruzca y asquerosa, aquel líquido era el origen de toda la peste que reinaba en el departamento. Extrañado Alan levanto la mano lentamente, gracias a las pastillas apenas podía moverse; pudo sentir la madera hinchada, blanda. Abstraído siguió palpando aquella podredumbre cuando súbitamente esta cedió.

La madera se desprendió como una costra rezumando mas de ese asqueroso líquido negruzco que cubrió a Alan completamente, en ese momento reconoció el olor, era sangre, sangre putrefacta. Haciendo un esfuerzo por contener las nauseas levanto su mirada solo para contemplar como un cuerpo descompuesto y enmohecido resbalaba hasta quedar suspendido e ingrávido sobre el, con asco noto las plastas de sangre e inmundicia que estaban adheridos a ese largo cabello que lo rozaba obscenamente.

Aterrorizado, se movió como pudo, casi había perdido todo el control sobre sus miembros así que se arrastro por el suelo del atiborrado closet y alejándose tanto como le fue posible de aquel cuerpo que colgaba sobre el. Justo cuando pensaba que estaría a salvo el golpeteo que noches atrás no lo había dejado dormir regreso. Aquellos golpes venían de dentro del closet. Alan palmoteo frenéticamente en busca de la puerta pero solo logro asir lo que parecía ser un bulto de ropa y mientras intentaba levantarse, aquella cosa se desplomo sobre el. La cosa era terriblemente pesada, estaba húmeda, apestaba y lo que era peor con aquello encima empezaba a dificultársele respirar. Un súbito susurro cerca de su oído lo hizo darse cuenta de todo, la cosa que se le había ido encima era un segundo cuerpo agonizante.

Antes de perder la conciencia Alan vio la verdad dentro de su cabeza, casi como si de un sueño se tratase: Vio a Gerardo y a Karla, los había encontrado juntos en su cama, no pudo tolerarlo, acuchillo a Karla y mato a Gerardo golpes, o eso había creído. Ahora estaba atrapado sin poder moverse, completamente consiente de todo y con los putrefactos e hinchados cuerpos de su amada y su mejor amigo asfixiándolo hasta morir, Ellos lo conducirían a la oscuridad, la misma oscuridad de donde ellos vinieron… la terrible oscuridad detrás de sus parpados.

0 comentarios:

Publicar un comentario